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domingo, 13 de mayo de 2012

Actividad bloque 3. Para nada fácil.


Hoy os traigo un post diferente al que he titulado, ¿Quién dijo que contar un cuento fuese fácil?
Os sitúo un poco para justificar el titulo de mi entrada. Soy, como el resto de mis compañeras, una estudiante de magisterio Infantil que está cursando ya segundo de carrera. Y como todos sabéis dada las fechas en las que nos encontramos estamos en la recta final de este curso. Pues bien, me han hecho falta casi 2 años de carrera para llegar a la conclusión de que contar un cuento, es un arte. Y aunque toda persona se vea capacitada, no es fácil contar un cuento.

¿Por qué digo esto? ¿Y por qué hablo de arte? Os cuento. El viernes 20 de abril en la clase de Literatura Infantil hicimos una actividad que nos ocupó la hora y tres cuartos de clase. ¿En qué consistía esta actividad? Días antes habíamos formado grupos de tres, y cada componente del grupo se encargaría de seleccionar un cuento y elegir una estrategia de entre: cuentacuentos, narración con libro, o lectura. El viernes formaríamos estos grupos en clase y llevaríamos a cabo nuestra estrategia dentro del grupo, así las compañeras nos analizarían y una vez acabado el cuento nos dirían lo que debíamos mejorar y lo que les había gustado. Cuando todas las componentes del grupo hubiésemos contado nuestro cuento, iríamos rotando para escuchar a más compañeras y para contar nuestro cuento más veces para ver que tal lo hacíamos cada vez.

Os cuento como fue mi experiencia. He de reconocer, que la primera vez fue un desastre. La estrategia que elegí fue narración con cuento, y mi cuento se titulaba para nada sucias.

Para nada sucias es un cuento que narra la historia de una niña que no entiende por qué debemos lavarnos las manos cuando no se ven sucias.


Cuando seleccioné ese cuento para hacer la actividad me hizo gracia el tema. Es un tema que hay que trabajar en infantil y me parecía que la historia retrataba tal cual lo que piensa un niño. ¿Para qué lavarnos las manos antes de comer, si al mirármelas no las veo sucias? Me pareció interesante el tema. Pero una vez en clase me di cuenta, escuchando a mis compañeras, de que habría preferido seleccionar un cuento que hiciera disfrutar. Aún así la experiencia gustó y el cuento hizo gracia.


La primera vez que lo conté, según las correcciones de mis compañeras, lo conté demasiado deprisa. No me detuve el tiempo que necesita un niño para mirar las imágenes o para hacer comentarios sobre la historia. Tampoco puse todo el énfasis que la historia requería. Mis compañeras echaron en falta que exagerara las exclamaciones y que me sorprendiera ante las preguntas.

Como aspecto positivo de la primera vez que lo conté, destacaron que interactúe mucho con ellas y les hice participes de la historia, haciendo preguntas que le pasaban a la  protagonista para ver si ellas hacían lo mismo.

Vamos ahora con el segundo intento. La segunda vez que lo conté, las cosas cambiaron radicalmente. Ya había escuchado varios cuentos, todas nos habíamos soltado mucho más y ahora las ganas de contar el cuento eran mucho mayores y la vergüenza mucho menor. Traté de contarlo mucho más despacio y de ser muy exagerada.

El propósito dio resultado, la prueba está en que esta segunda vez tardé en contarlo casi 10 minutos más frente a los 3 minutos de la vez anterior. Mis compañeras dieron mucho feed back y se metieron de lleno en el  cuerpo de los más pequeños, sintiéndose identificadas con la protagonista en ocasiones y asombrándose ante las ilustraciones. Fue muy cómodo y placentero contar el cuento esta segunda vez, pero aun así me sigo preguntando… ¿Quién dijo que contar un cuento fuese fácil?






1 comentario:

  1. Es importante que te hayas dado cuenta tan pronto de la diferencia que hay entre contar un cuento y leer un cuento.
    Con los pequeñines nos creemos que todo es fácil, pero ellos notan perfectamente (lo vemos observando sus caras mientras escuchan) cuando un cuento es leído por primera vez, bien leído cuando quien lee lo conoce y bien contado, apoyándose en las imágenes.
    Vas por buen camino: la recompensa la verás en los ojos bien abiertos y en la sonrisa de quien te escuche.
    Un abrazo

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